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Aplace el Voto de la Mujer

October 1, 1931 — Ante las Cortes, Palacio de las Cortes, Madrid, Spain

 

Señores diputados: pido en este momento a la Cámara atención respetuosa para el problema que aquí se debate, porque estimo que no es problema nimio, ni problema que debamos pasar a la ligera; se discute, en este momento, el voto femenino y es significativo que una mujer como yo que no hago más que render un culto fervoroso al trabajo, se levante en la tarde de hoy a decir a la Cámara, sencillamente que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Queiro significan a la Cámara que el hecho de que dos mujeres, qu se encuentran aquí reunidas, opinen de manera diferente, no significa absolutamente nada, porque, dentro de los mismos partidos y de las mismas ideologías, hay opinions diferentes. Tal ocurre en el Partido radical donde la Srta Campoamor figure ye el Sr. Guerra del Río también. Por tanto, no creo que esto sea motive para esgrimirlo en un tono un poco satírico, ye que a este problema hay que considerarle en su entraña y no en su superficie.

En este momento vamos a dar o negar el voto a más de la mitad de los individuas españoles ye es preciso que las personas que sienten el fervor republican, el fervor democrático y liberal republican, no levantemos aquí para decir; es necesario aplazar el voto femeinio. Y es necesario Sres. Diputados, aplazar el voto femenino, porque y necesitaría ver, para variar de criterio, a las madres en la calle pidiendo escuelas para sus hijos; yo necesitaría haber visto en la calle a la madres prohibiendo que sus hijos fueran a Marruecos; yo necesitaría ver a la mujeres españolas unidas todas pidiendo lo que es indispensable para la salud y cultura de sus hijos. P resto, Sres. Diputados, por creer que con ello sirvio a la República,como creo que la he servido en la modestia me mis alcances, como me he comprometido a servirla mientras viva, por este estado de conciencia es por lo que me levanto en esta tarde a pedir a la Cámara que despierte la conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto para la mujer. Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, señores Diputados, no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunidad para la República. Por esto pido el aplazamiento del voto feminine o su condicionalidad; pero si condicionamos el voto de la mujer, quzás pudiéramos cometer alguna injusitica. Si aplazamos el voto femenino no se comete injusticia alguna, a mi juicio. Entiendo que la mjer, para encariñarse con un ideal, necsita algún tiempo de vonviencia con el mimo ideal. La muer no se lanza a las cuestiones que no ve claras y por esto entiendo qu son necesarios algunos años de conviencia con la República; que vean la muejres que la República ha traído a España lo que no trajo la monarquía: esas viente mil escuelas de que no halaba esta mañana el Ministro de Instrucción Pública, esos laboratorios, esas Universidades populares, esos Centros de cultura donde la mujer pueda depositar a sus hijos para hacerlos veraderos ciudadnos.

Cuando transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y recoja la mujer en la educación y en la vida de sus hijos los frutos de la República, el fruto de esta República en la que se está laborando con este ardor y con este desprendimiento, cuando la mujer Española se dé cuenta de que solo en la República están garantizados los derechos de ciurdanía de sus hijos, de que solo la República ha traído a su hogar el pan que la monaquía no les había dejado, entonses, Sres. Diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el Sr. Presidente firmas de mujeres españolas que, con su brena fe, creen en los instantes actuales que lost ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesion a la República, cuando yo deseaba miles de firmas y miles de mujeres en la calle gritando «¡Viva la República!’» y «¡Viva el Gobierno de la República!», cuando yo pedía que aquella caravana de mujeres españolas que iban a render un tribute a Primo de Rivera tuviera una compensació de estas mismas mujeres españolas a favor de la República, he de confesar humildemente que no la he visto, que yo no puedo juzgar a las mujeres españolas por estas muchachas universitarias que estuvieron en la cárcel, honra de la juventud escolar femenina, porque no fueron más que cuatro muchachas estudiantes. No puedo juzgar tampoco a la mujer Española por estas obreras que dejan su trabajo diariamente para sostener, con su marido, su hogar. Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si la mujeres españolas hubiesen atravesado y un periodo universitario y estuvieran  liberadas en su conciencia, yo men levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. 

Pero en estas horas yo me levanto para decir lo contrario y decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mí puedan formar las mujeres que no tengan este fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. Es por esto por lo que claramente me levanto a decir a la Cámara; o la condicionalidad del voto o su aplazamiento; creo que su aplazamiento sería más beneficioso, porque lo juzgo más jusgo, como asimismo que, después de unos años de estar con la República, de convivir con la República, de luchar por la República ye de apreciar los beneficios de la República, tentríais en la mujer el defensor más entusiasta de la Repúlica. Por hoy, Señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer. Yo no puedo sentarme sin que quede claro mi pensamiento y mi sentimiento y sin salvar absolutamente para lo sucesivo mi conciencia. He ahí lo que quería exponer a la Cámara.

 

 

Fuente: Diario de Sesiones de las Cortes Constituyente de la República Española. Comenzaron el 14 de Julio de 1931. Tomo III, Comprende desde el 48 al 62 — Páginas 1347 a la 1940. (Madrid: Cesores de Rivadeneyra) 1933, pp. 1351-1352.