Lucha por su Libertad

1936 — Unión Radio, España

 

Es preciso subrayar en la gesta incomparable, sin precedentes en la Historia, del pueblo español en lucha por su libertad y por la libertad del mundo, la epopeya de los campesinos, de los que en Extremadura, en Andalucía, en la Mancha, en Aragón, representan lo más desheredado del suelo patrio; y no teniendo nada que perder, se alzan con toda su miseria, marcada con las vejaciones y atropellos sufridos, a lo largo de generaciones y de siglos, para conquistar para todos, para sus hijos y para los hijos de los que no carecían de nada, un porvenir de dignidad ciudadana y de justicia social.

Y bien mirado, no es extraño que sean ellos, precisamente ellos los siervos de la tierra sierva, quienes con más fervor heroico se hayan levantado y hayan opuesto al fascismo la barrera infranqueable de su voluntad.

¡El fascismo! Nadie como los campesinos para conocerlo. Para los trabajadores de la ciudad, el fascismo podrá ser el enemigo que llama a la puerta y al que hay que aplastar para que no lo devore todo. Para los trabajadores del campo el fascismo representa la serie de las estampas de la vida sufrida cotidianamente, exaltadas en un dolor más agudo, más desesperanzado; es la entronización sin freno y sin ley del amo, del que ha heredado una tierra de sus antepasados de la cual aquellos, sin aportarles ningún sudor sacaban, a expensas del trabajo de los demás, las posibilidades de su holganza, del que se hizo con la tierra por medio de la usura o de la fuerza servilmente puestas al servicio de sus latrocinios: es el horizonte cerrado por una culata de fusil o por la cárcel a que iban a parar los que en las elecciones no se avenían a venderse o los que para dar de comer a sus hijos, robaban un puñado de bellotas disputadas a los cerdos en una finca mal adquirida por sus dueños.

Queipo de Llano es hoy como una síntesis del señoritismo andaluz: pero no hay quien tuviera contacto con la realidad de nuestro campo, que ignorase el grado de relajamiento moral de ese señoritismo. Leguas y leguas sin cultivar dedicadas a cotos de caza, a dehesas de cría de toros bravos o simplemente baldías, para no dar de comer a los de la Casa del Pueblo.

Pueblos sin rudimento de asistencia social, sin una maternidad, sin una guardería de niños, sin un dispensario, sin nada que revelara la menor preocupación de generosidad humana; pueblos que producían para el amo rentas que se cifraban por millones, sumidos en el agobio del que nadie lograse sacar a los miserables. . .

Y frente a esto, el cuadro de los que mandaban. El señorito, sentado al atardecer en la acera del casino, divirtiéndose en idear alguna juerga bárbara de esas en que la borrachera y un caciquismo degenerado tenían que auxiliarse para mayor diversión con el atropello brutal cometido en la persona de alguna hija de un trabajador; luego, cacería, con muchedumbre regional, para dar ocasión a las dignas hermanas e hijas de esos señoritos a expansionarse con ellos y motivo a ensalzar esta olla podrida, en la más simple acepción de la palabra. . .

¡Batallones de campesinos! Quisiera citarlos a todos, como quisiera citar a todos sus componentes y reunirlos en un abrazo fraternal de gratitud y admiración.

Se han puesto en pie los esclavos sin pan. Por el pan, por la libertad, por el porvenir humano para sus hijos, están decididos a todo. Para el triunfo del Gobierno legítimamente constituido, para el establecimiento de la República democrática ¡a todo con tal de no volverse a sentir más esclavos!

 

 

Fuente: La Vanguardia, 27 de agosto de 1936.