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A la Protesta de las Madres de Familia

c.1885 — El Ateneo Obrero, Sabadell, Catalonia

 

A las obreras madres de familia de Barcelona, que con tanta razón protestan del acto de barbarie y salvajismo de que fue vícti- ma la honrada familia del compañero V. Martínez.

Compañeras: ¿Qué obrera, qué madre, no se indignará al leer el violento atropello de que fue víctima la digna esposa del compañe- ro Martínez y las tristes consecuencias que podía tener o, mejor dicho, las que tuvo?

¿Qué obrera no querrá adherirse a la protesta vuestra? Todas en general protestarían si lo supiesen; pero la mayoría tienen el tiem- po tan escaso; y viven con tanta esclavitud, que hasta ignoran lo que pasa más allá de su triste y pobre hogar, y así es que no pueden expresar sus sentimientos ni mandar su protesta.

Pero no importa, si hoy no lo hacen, mañana se instruirán y harán más que protestar; vengarán todas las infamias que los privi- legiados nos hacen.

¡Madres, a educar a nuestros hijos, decís vosotros en vuestra pro- testa, y yo digo: Compañeras, a educarnos y asociarnos nosotras para enseñar así a nuestros hijos la senda que han de seguir!

Unirnos como una sola es lo que debemos hacer; la unión es la fuerza; cuando estemos unidas no nos atropellarán, como lo han hecho con nuestra hermana, pues sí es verdad que como mujeres somos débiles, como madres somos muy fuertes.

Compañeras: de la prensa nos hemos de valer para comunicar- nos nuestras penas y ver de qué modo podemos aliviarlas. Creo que encontraréis un inconveniente en lo que digo de comunicarnos por medio de la prensa, y digo inconveniente, porque estando como estamos las más de nosotras atrasadas, o mejor dicho, habiéndonos robado el dinero y el tiempo para podernos instruir y saber lo sufi- ciente, carecemos de talento para escribir, sobre todo en la prensa, donde tanto se notan las faltas.

Hermanas de infortunio, también veo como vosotras ese inconve- niente; pero como sé que entre nosotras hay compañeras que saben lo suficiente, ellos, sin burlarse de nuestras faltas, porque demasia- do saben que la mujer es la que tiene más deberes, y no pude ins- truirse tanto como ellos, corregirán nuestros escritos en lo que les sea posible; y aunque así no fuese, nosotras hemos de despreciar el necio qué dirán, y mirar siempre que si en nuestros humildes traba- jos no existe la ciencia, hay al menos corazón y buen deseo.

Unirnos como una sola es lo que debemos hacer; la unión es la fuerza; cuando estemos unidas no nos atropellarán, como lo han hecho con nuestra hermana, pues sí es verdad que como mujeres somos débiles, como madres somos muy fuertes.

Compañeras: de la prensa nos hemos de valer para comunicar- nos nuestras penas y ver de qué modo podemos aliviarlas. Creo que encontraréis un inconveniente en lo que digo de comunicarnos por medio de la prensa, y digo inconveniente, porque estando como estamos las más de nosotras atrasadas, o mejor dicho, habiéndonos robado el dinero y el tiempo para podernos instruir y saber lo sufi- ciente, carecemos de talento para escribir, sobre todo en la prensa, donde tanto se notan las faltas.

Hermanas de infortunio, también veo como vosotras ese inconve- niente; pero como sé que entre nosotras hay compañeras que saben lo suficiente, ellos, sin burlarse de nuestras faltas, porque demasia- do saben que la mujer es la que tiene más deberes, y no pude ins- truirse tanto como ellos, corregirán nuestros escritos en lo que les sea posible; y aunque así no fuese, nosotras hemos de despreciar el necio qué dirán, y mirar siempre que si en nuestros humildes traba- jos no existe la ciencia, hay al menos corazón y buen deseo.

Con que lo dicho, compañeras; prepararse para hacer frente a nuestros enemigos, que por cierto no son pocos; pero estad segu- ras que los venceremos si sabemos ser dignas y dar ánimos a nues- tros compañeros para que defiendan sus derechos, que son los nuestros y los de nuestros hijos.

Piérdase para siempre el temor que teníamos las mujeres de que nuestros esposos se comprometieran por el puro egoísmo de que- dar solas: pensemos que la Revolución que se aproxima es muy diferente de las otras, pues en ella se ha de acabar con la esclavitud y la tiranía; desechemos lejos de nosotras la idea de que nuestros esposos perezcan en el combate, pues sólo hemos de pensar que vale más acompañar a nuestros hijos a llevar una corona a la tumba de su padre que murió por la libertad, que no verlos a todos escla- vos y pasto de la burguesía.

Pues a lo dicho, repito; valor y constancia, unión y lealtad, y mirar no vuelva a suceder la desgracia que sucedió a nuestra herma- na, a cuyo dolor me asocio y a vuestra protesta.

Acabe para siempre el opresor, ¡viva la igualdad y la justicia! Paso a la luz, y el que quiera comer que trabaje; ése ha de ser nuestro grito.
Me despido de vosotras deseándoos salud, ateísmo, anarquía y colectivismo.

 

 

Fuente: Bandera Social, Madrid, 1885.