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Pidiendo Derechos de Beligerantes 
Para los Cubanos

4 de marzo de 1872 — Congreso de los Estados Unidos, Washington DC

 

La “Liga de las Hijas de Cuba” pide al Congreso de los Estados Unidos que reconozca la beligerancia de los cubanos sublevados contra la dominación de España; y espera que su petición tenga éxito porque se apoya en razones de justicia, de decoro y de conveniencia.

Los partidarios de la esclavitud y los enemigos de las instituciones republicanas han propalado calumnias y falsedades para oscurecer la verdad y engañar al pueblo de los Estados Unidos, inspirándole equivocados conceptos acerca de la índole, la naturaleza y las tendencias de la revolución cubana. La “Liga de las Hijas de Cuba” no pretende fatigar la atención del Congreso con la extensa y enojosa refutación que sería necesaria para ir contradiciendo una por una esas calumnias; se limitará a recordar hechos de tanta notoriedad que no requieran comprobantes y deja las deducciones al buen criterio del parlamento americano.

Lo que en Cuba existe no es una sedición pasaje, provocada por causa fortuita y sostenida por intereses personales, ni mucho menos es un alzamiento de populacho, movido por malas pasiones y dirigido por agentes extranjeros, como dicen los partidarios de España. Lo que hay en Cuba es una revolución popular, política y social, preparada muy de antemano, que ha pasado y está pasando por todos los trámites porque han pasado y pasan, y precisamente tienen que pasar semejantes revoluciones.

Todo el mundo sabe lo que significa la dominación de España, pues las páginas más negras de la historia de la humanidad, son las que refieren las atrocidades de que se han hecho reos los españoles donde quiera que han tenido poderío. Los Países Bajos, Italia, Portugal, México, Chile, el Perú y la mayor parte del continente americano han gemido bajo su intolerable yugo, y todos esos países lo han sacudido y se han hecho independientes. Cuba y Puerto Kico, entre todas las colonias españolas del Nuevo Mundo, son las únicas que aun no tienen existencia propia; pero por lo que hace á Cuba, no ha sido por culpa suya, sino por causas agenas á su voluntad, y sobre todo porque el gebierno de los Estaos Unido ha ayudado á España á mantenerla esclavizda.

Hace más de 50 añc que los cubanos trabajan por emanciparse. En 1818 amenzaron los preparativos de la guerra de independencia que principió en los campos de Yara en Octubre de l868. Durante más de cincuenta años puede decirse pie no ha habido en Cuba un solo día de sosiego, porque las conspiraciones se han ido sucediendo unas tras o&s sin interrupción; y desde 1818 empezaron las incesantes proscripciones que han mantenido expatriados á los cubanos más notables por su talento, su saber y i patriotismo.

Desde 1818 hasta 1825 hubo Juntas Revolucionarias de cubanos emigados en Nueva York, en Filadelfia, en México y en Jamaica. En 1823 y en 1826 fueron comisiones á Venezuela y al Perú en busca de ayuda material para principiar la guerra de independencia. En 1826 subieron al patíbulo en Puerto Príncipe las primeras víctimas de la libertad de Cuba. Por ese tiempo se alistaron en Cartagena, en Kingston y en Tampico, expediciones militares costeadas por cubanos. Antes y después fracasaron en la Habana las asociaciones llamadas de “Los Soles de Bolívar” y del “Águila Negra,” y otros proyectos de alzamiento que llevaron á las cárceles, á los presidios y al destierro, á lo mejor de la población cubana. Otra tentativa se malogó en 1843, otra en 1848, otra en 1855, y muchos fueron los condenados a muerte en todas ellas. En 1850 ocurrió la invasión de Cárdenas, por el general Narciso López, en 1851 las sublevaciones de Puerto Príncipe y de Trinidad, y el mismo año tuvo lugar la corta y desastroza campaña que finalizó con la muerte del heroico López. Y los comprometidos en todos estos acontecimientos han sido siempre hombres de buena posición social: lo cual prueba que la mayor y la mejor parte de la población cubana desea, hace mucho tiempo, emarciparse de la dominación española. Cuba, como todos los pueblos que conquistan su libertad, ha tenido que pasar por dos períodos: el de educación y el de acción: el primero de propaganda y de martirio, el segundo de combate y de triunfo. La propaganda y el martirio principiaron en 1818, y la acción la inauguró Carlos Manuel de Céspedes en Octubre de 1868, cuando proclamó la guerra de independencia en Demajagua, y cuando él y sus compañeros empezaron por dar libertad á sus esclavos.

Se sabe que Céspedes y Aguilera dieron libertad á sus esclavos antes de ponerse al frente de la insurrección, y es notorio que la primera ley promulgada por la asamblea republicana, reunida en Guáimaro declaró absolutamente Ubres á todos los habitantes de Cuba, sin distinción; pero hay quien sostenga que en uno y en otro caso influyeron más las necesidades perentorias del momento que los principios liberales contrarios á la institución de la esclavitud. Es falso. Los cubanos han sido siempre opuestos al tráfico de esclavos y partidarios de la abolición de la esclavitud; y el gobierno español ha propendido siempre y en todos tienrpos á aumentar el número de los esclavos y á perpetuar la institución servil. De ambos asertos hay pruebas fehacientes en multitud de documentos oficiales publicados en Madrid desde 1799 hasta la fecha; eso consta en escritos dados á luz HACE MÁS DE TREINTE AÑOS, por Mr. Turnbull, Lord Carlisle, el Dr. Madden, el Rev. Mr King y otros abolicionistas ingleses que han residido en Cuba largo tiempo; y lo mismo aparece atestiguado en repetidos informes presentados al Parlamento de Inglaterra por comisiones especiales encargadas de investigar este asunto.

Desde 1837 datan las persecuciones del gobierno español contra el Sr. Saco y otros abolicionistas cubanos; en 1843 fueron encausados y penados en la Habana muchos individuos, por hostiles á la esclavitud; en 1853 y 1854 se imprimieron en Nueva York numerosos papeles escritos por cubanos, que abiertamente se declararon partidarios de la abolición; y si alguna duda pudiera caber no hay más que traer á la memoria las explícitas manifestaciones que más de una vez ha hecho el gobierno de los Estados Unidos desde 1822 hasta 1855. Ahí están los papeles de Estado americanos para demostrar que el gobierno de esta república ha creído siempre que los cubanos habrían de abolir la esclavitud tan luego como lograran hacerse in dependientes, y por eso han ayudado á España, directamente, para que prolongue su dominación en Cuba. Por eso impidió que Simón Bolívar llevase á la Habana una expedición libertadora en 1826; y hay dos despachos memorables de Mr. Forsyth y de Daniel Wester, fechados en 1822 y en 1842, que terminantemente expresan que los Estados Unidos se oponían á la abolición de la esclavitud en Cuba porque haría peligrosa la tranquilidad y la prosperidad de los Estados del Sur, y porque la abolición de la esclavitud en Cuba — SERÍA UN GOLPE MORTAL PARA LA EXISTENCIA DE LA ESCLAVITUD EN LOS ESTADOS UNIDOS; razón por la cual ofrecieron y volvieron á ofrecer á España su poderoso auxilio para que pudiese mantener esclavos á los negros y subyugados á los cubanos; y no hace tanto tiempo de cuando Jefferson Davis fué ministro, bajo la presidencia Franklin Pierce, para que falte en Washington quien se acuerde de lo que entonces ocurrió, y de cómo y por qué fracasó la proyectada expedición del general Quitman. Es verdad innegable que el gobierno de los Estados Unidos estaba convencido, desde hace más de cincuenta años, de que la independencia de Cuba sería precursora inmediata de la abolición de la esclavitud en esa isla, y lia impedido la independencia para prevenir la abolición; y también es innegable y evidente que mientras España domine habrá esclavitud en Cuba, y que esta lepra social irá desapareciendo á medida que vaya avanzando el ejército cubano, como ya ha desaparecido de todas las comarcas de donde han sido expulsados los españoles.

El gobierno español ha publicado de oficio un libro voluminoso en que constan los nombres y profesiones de los condenados á pena de confiscación de bienes por haber tomado parte en la insurrección, ó por simpatizar con ella; en ese libro se ven los millones de pesos á que asciende el valor de las fincas y demás propiedades confiscadas, y no pudiera invocarse mejor testimonio para comprobar no solo que la parte más ilustrada y la más rica de la población cubana es acérrima enemiga de la dominación española, sino que una porción considerable de los hacendados, cuya riqueza estriba en la posesión de esclavos, ha tomado parte en el movimiento revolucionario, ó simpatizan con él, no obstante que lo primero que proclamaron los jefes de la insurrección fué la emancipación inmediata de los esclavos, sin remuneración para los dueños.

Otro hecho palpable y evidente es que la guerra de independencia lleva ya muy cerca de tres años y medio de duración; que los patriotas han demostrado su incontrastable resolución de triunfar ó perecer en la demanda; y que España, á pesar de los desesperados esfuerzos que ha estado haciendo durante todo este tiempo, después de haber consumido enormes sumas de dinero, después de haber contraido deudas que nunca podrá pagar, y después de haber sacrificado más de 40,000 de sus hijos, no cuenta ni con la más remota probabilidad de sofocar la rebelión.

Doscientos hombres mal armados se arrojaron á desafiar el poder de España, proclamando la independencia y la abolición de la esclavitud, el 10 de Octubre de 1868. La guarnición española de Cuba pasaba entonces de diez y nueve mil soldados perfectamente armados y equipados, apoyados en fortalezas y plazas fortificadas, y auxiliados por una numerosa escuadra de buques de vapor. Posteriormente se han alistado en Cuba al pié de 50,000 voluntarios peninsulares, han salido á campaña sobre 12,000 hombres de fuerzas irregulares, y han ido de España más de 60,000 soldados de línea, que entre todos hacen un total de más de 140,000 hombres destinados á impedir la
insurrección en las poblaciones, y á combatirla en los campos; y esto sería increíble si no estuviera atestiguado por documentos oficiales publicados en ]a Habana y en Madrid por el mismo gobierno español. También dicen esos documentos que de solo el puerto de Nueva York, además de lo que ha ido de España, se han importado desde que empezó la guerra, más de 52,000 fusiles, sin contar cañones y pertrechos de todas clases, que la maestranza de artillería ha puesto en manos de los voluntarios más de 80,000 armas de fuego, amén de las que ellos por su cuenta han llevado de España y de los Estados Unidos; que la marina española en las aguas cubanas contaba 52 buques de guerra antes de agregarle 30 cañoneros construidos en los arsenales americanos, y que después lo han reforzado con varias fragatas blindadas y otros buques menores.

Los patriotas cubanos mientras tanto, sin plazas fuertes, sin artillería, sin puertos de mar, sin marina y sin previa organización militar, no han recibido más que escasas y tardías remesas de armamento debidas á sacrificios pecuniarios de los empobrecidos emigrados, y a la incansable perseverancia del general Manuel Quesada.

Con malas escopetas y con instrumentos de labranza han tenido que hacer frente en más de una ocasión á los mejores Remingtons y Peabodies que se construyen en los Estados Unidos; con cañones de cuero y de madera, cargados con piedras muchas veces, han respondido á la metralla y á las granadas lanzadas por excelentes piezas de artillería americana; para defenderse del inmejorable parque sacado por los españoles de Broadway y de Maiden-Lane, — han tenido que apurar la inventiva hasta encontrar en los bosques y en las cavernas de sus montañas, materiales conque fabricar pólvora de inferior calidad; y sin embargo, descalzos, casi desnudos, desprovistos de todo, hace ya más de tres años que están peleando, y han jurado pelear hasta vencer ó morir. Las mujeres, los ancianos y los niños, comparten con los hombres las penalidades de la campaña y los rigores de esa guerra sin cuartel han reducido á cenizas sus hogares y sus valiosas fincas; y los 200 compañeros inexpertos que se agruparon al lado de Carlos Manuel de Céspedes en Octubre de 1868, son en la actualidad 12,000 soldados aguerridos que todavía ocupan los mismos campos en que primero levantaron el estandarte de la rebelión, y hoy empuñan buenas armas arrebatadas á sus enemigos. Los que han hecho tales sacrificios, y luchan con tanto denuedo, no se han de rendir; no cabe lo posible que España pueda prolongar indefinidamente la desastrosa contienda que está acabando de aniquilar su apurado erario; y todavía no se ha dado ejemplo de sublevarse una colonia española que al cabo no se haya hecho independiente. Y son muchas las colonias que España ha tenido y ha perdido. 

Es principio inconcuso de derecho de Gentes que los gobiernos constituidos son arbitros de reconocer la beligerancia de las colonias levantadas contra su metrópoli, siempre y cuando á los dichos gobiernos les convenga, dado caso que las tales colonias tengan probabilidades, ó siquiera posibilidad de alcanzar su independencia. — Cuba no sólo es posible, y es probable, sino que es seguro que la alcanzará. — Si la poderosa España de los monarcas austríacos no tuvo fuerza para retener sus posesiones de Europa; si á la España de los Borbones, en cuyos dominios nunca se ponía el sol, se le fueron emancipando uno á uno todos los virreinatos del continente americano, ¿podrá subyugar á Cuba sublevada, la pobre España de Amadeo de Saboya, que ha llegado á tal punto de abatimiento que acaba de pasar por la vergüenza de tener que andar dos años de corte en corte mendigando un príncipe que quisiera sentarse en su trono desocupado? ¿Podrá recobrar su autoridad perdida la nación que jamás ha podido recuperar lo que le han quitado (ni siquiera á Gibraltar) y que el otro día salió huyendo de Santo Domingo?

Cincuenta años de tentativas desgraciadas, tres años de una guerra emprendida bajo los auspicios más desfavorables y sostenida con valor heroico, la resistencia opuesta á fuerzas incomparablemente superiores, las ventajas obtenidas en lucha tan desigual, la aliolición de la esclavitud, y los sacrificios espontáneos que han hecho los cubanos, son otras tantas prendas de que pelearán sin descanso hasta haber asegurado la independencia, aunque para ello sea forzoso aniquilar por completo la riqueza de su patria; y son otros tantos títulos que tienen para que los Estados Unidos los consideren como beligerantes ya que no reconocen la existencia de su gobierno republicano como lo han reconocido varías repúblicas de la América meridional.

Se comprende, por más que no se aplauda, que los Estados Unidos prestaran su poderosa cooperación para mantener á Cuba esclavizada mientras hubo por qué temer que el ejemplo de ta emancipación de los esclavos de Cuba pudiera anticipar la libertad de los negros en los Estados del Sur, y comprendiéndolo no parece extraño que en Diciembre de 1822 quisieran aliarse con Francia para garantizarle á España “por tiempo ilimitado,” la tranquila posesión de su colonia, ni que en Julio de 1823 quisieran contraer igual compromiso con Inglaterra, ni mucho menos que en 1852 se resistieran á tomar parte en la alianza triple, cuyo proyecto iniciaron de común acuerdo Ingleterra y Francia; pero, ahora, que no hay tales temores, es incomprensible que el gobierno de Washington haga causa común con España contra un pueblo vecino que aspira á constituirse en república y á elevar á la categoría de hombres libres á medio millón de seres humanos, reducidos á la abyecta condición de esclavos; y sin embargo, á eso equivale el negarse á reconocer la beligerancia de los cubanos y permitir que los españoles se provean en Nueva York de buques, de armas y de municiones, para llevar adelante la bárbara guerra de exterminio que están haciendo ha más de tres años, á las puertas mismas de la Unión americana. El mercado cubaño es uno de los que más productos rinde á la agricultura, á la industria y al comercio americano, la prosperidad de Cuba interesa á esta nación tanto como la de cualquiera de sus propios Estados, la ruina absoluta de la isla es inevitable si la presente lucha se prolonga por mucho tiempo, y el mero reconocimiento de be ligerancia por parte de los Estados Unidos bastaría para precipitar su terminación definitiva.

La “Liga de las Hijas de Cuba” no pide para sus compatriotas más que estricta neutralidad, está íntimamente convencida de que si el Cuerpo legislador se ha abstenido hasta ahora de adoptar una resolución relativa á este asunto es porque no está al cabo de lo que sucede, y ruega al Congreso de los Estados Unidos que, tomando en cuenta esta manifestación, indague la verdad de lo expuesto y resuelva reconocer derechos de beligerantes en los cubanos que se han sublevado contra la dominación de España y han proclamado la abolición inmediata, absoluta é incondicional de la esclavitud.

Firmado :

Kosalía Hernández, presidenta.
E. C. de Villaverde, Secretaria.
Washington, Marzo 4 de 1872

 

 

Fuente: Apuntes Biográficos de Emilia Casanova de Villaverde, Escritos por un Contemporáneo, (New York) 1874, pp. 166-176.